Webeando (con perdón)

¿No están ustedes de acuerdo con que programar es una forma de arte?, ¿no es, acaso, la íntima satisfacción de un programador al leer "0 errors, 0 warnings" al final de un proceso de compilación, similar a la del escultor tras dar el último golpe de cincel?, ¿y el repasar esas funciones, que conjuntamente forman un todo capaz de realizar operaciones increíblemente complejas, unidas entre sí con la belleza y elegancia que tan sólo un programador sabe apreciar, no es comparable al músico que repasa sus acordes que, en conjunto, forman una melodía capaz de despertar las más dispares emociones?

Partiendo del convencimiento de que la programación es una de las bellas artes, y por tanto, de que todo programador es un artista, voy a fundar la Sociedad General de Programadores de España. Esta Sociedad, sin ánimo de lucro, tendrá como fin gestionar los derechos de propiedad intelectual de los artistas que son los programadores. No será una Sociedad que se quede en medias tintas, como la BSA, que tan sólo se preocupa de que los programas no sean copiados, no. Vamos a ser serios. Vamos a cobrar por cada vez que alguien, en cualquier parte del mundo, interprete uno de nuestros programas. Piénsenlo: en los supermercados, las cajas funcionan con programas. Los bancos, funcionan con enormes programas. Las páginas web que venden en línea, también.... ¡Hay millones de personas forrándose a costa del trabajo de los programadores!, engañándonos y pagándonos un sueldo por desarrollar esos programas, o bien pagándonos ¡por unidad de programa vendida! ¡no por cada vez que se ejecuta, sino por cada copia que se vende! Basta ya de esta injusticia.

Tenemos nuestros derechos, y queremos que se traduzcan en dinero. Estos derechos por el uso de programas caducarán tan sólo después de 75 años, y serán heredables. Es decir, que nuestros hijos o familiares directos puedan seguir cobrando por nuestro trabajo aún cuando nosotros ya haga tiempo que nos hayamos reunido con el Primer Programador.

Y queremos no sólo cobrar por cada vez que se ejecute un programa, sino gravar con un canon todo artilugio susceptible de albergar o ejecutar un programa en su interior. Así pues, se impondrá un canon, cuya cuantía será decidida por nosotros, a relojes digitales, microondas, lavadoras, automóviles, teléfonos móviles, vídeos, cámaras digitales, fotocopiadoras, taxímetros, semáforos, contestadores autómaticos, y a todo lo que se nos vaya ocurriendo....

Los usuarios de nuestros programas ignoran nuestro derecho y quieren usar nuestras obras sin pagar nada por ello. Quieren ignorar este canon, justo, que únicamente pretende compensar a creadores y programadores de las pérdidas ocasionadas por la copia masiva que se hace de los soportes originales que contienen nuestros trabajos. Un canon útil, porque además contribuye a la promoción de nuevos talentos.

Este canon digital favorecería el desarrollo de la Sociedad de la Información (SI) ya que sería el único instrumento de sostenibilidad económica, en el ámbito digital, de la industria de la programación, auténtico pilar de la SI.

El canon haría competitiva la economía de nuestro país puesto que la compensación nos permite continuar creando nuevos programas, el auténtico motor de la Sociedad del Conocimiento y de la Información.

El canon también beneficia a miles de trabajadores de la creación (programadores, arquitectos de la información, expertos en interacción, desarrolladores de contenidos, empresas de soporte, expertos en documentación técnica, directores de proyecto...), editores y productores. No, "únicamente" como aseguran los que se oponen, "a un sector económico o una actividad de intermediación específicos".

El canon es beneficioso, también, para el interés general porque, al contribuir al justiprecio de los productos informáticos en la Sociedad Digital, podrá seguir floreciendo la innovación.

Los colectivos anti-canon no respetan el mundo de la informática. Es curioso que los grupos interesados en movilizar a la opinión pública contra la remuneración por uso de programas afirmen que están a favor de la defensa de los derechos de autor. Pero arremeter por sistema contra los más elementales derechos laborales de los creadores demuestra un escaso aprecio por el mundo de la tecnología, una de las principales fuentes de riqueza intelectual y económica con que cuenta este país.


Este canon que propongo, será gestionado por mí y por otros pocos cuantos que yo elija. Se crearán unos estatutos de la Sociedad para que, de forma transparente y democrática, yo y estas personas que elija, decidamos entre quienes se reparten las cantidades recaudadas. De igual manera, y para que no quede ninguna duda de la transparencia del proceso, cualquiera con derecho a voto podrá cambiar la composición de esta junta directiva, o los criterios de reparto, o los estatutos mismos. Tendrán derecho a voto yo y los que yo elija.

¡Programadores, uníos! ¡Basta ya de seguir trabajando para cobrar! ¡Vivamos el resto de nuestros días de lo que ya nos hemos currado! Y ponedme a mí al frente, que me voy a forrar...